21 octubre 2015

Un curso olímpico




En 2016 se celebrarán los Juegos de la  XXXI Olimpiada de la era moderna en Río de Janeiro (Brasil). Este ha sido el evento que hemos elegido como eje temático del curso escolar 2015/16. El deporte, en general,  y las Olimpiadas en particular  nos van a dar mucho juego a lo largo del curso. 

Los JJOO son mucho más que una competición deportiva, son un escaparate que refleja la realidad del mundo con todos sus claroscuros. En su larga historia podemos encontrar numerosos episodios de gloria, esfuerzo, superación, colaboración ... y también de injusticia, agresiones, discriminación, ignominia... Precisamente en estos últimos días circula por las redes sociales un episodio que concentra todos estos ingredientes y que nos sirve para dar el pistoletazo de salida al tema olímpico, se trata de la historia del corredor australiano Peter Norman.




Peter Norman
Cuando los derechos de los negros no se respetaban en EEUU dos velocistas americanos levantaron el puño en el podio de los Juegos Olimpicos de Mexico 1968 reivindicando los derechos humanos de los negros en su país. Fueron expulsados inmediatamente, su carrera deportiva terminó, recibieron amenazas de muerte y terminaron uno de lavacoches en Texas y el otro de estibador en el puerto de Nueva York. Fue gracias a gente valiente como ellos que la segregación racial en EEUU se visibilizó y fue retrocediendo poco a poco.
Pero la historia del blanco de la foto es menos conocida y es digna de una película. Es australiano, se llamaba Peter Norman y fue medalla de plata en esa carrera. Se pensó que estaba ajeno a la movida que se montó detrás de él pero no fue así. Los dos americanos le explicaron lo que iban a hacer y qué le parecía. Norman contestó: “Creo que todo hombre tiene derecho a beber la misma agua. Creo en lo que creen ustedes”. Y a continuación señaló el distintivo de la lucha de los negros (la pegatina redonda blanca que se ve en la foto) y preguntó si tenían uno para él. De esa forma mostró su solidaridad con la lucha de los negros.
Las consecuencias para el australiano fueron terribles.
Fue condenado al ostracismo. No sólo se le hizo difícil seguir corriendo; tampoco conseguía quién le diera trabajo. Repetidas veces lo invitaron a pedir perdón por el episodio de México, pero él se negó, y siguió entrenando con sus medios y logrando tiempos superiores a sus rivales. En los cuatro años siguientes batió trece veces la marca de calificación en los 200 metros para ir a las Olimpíadas de Munich en 1972, pero no lo convocaron al equipo nacional y, por primera vez en la historia de los Juegos, Australia no tuvo sprinter en las finales de 100 y 200 metros. Norman intentó dedicarse al fútbol australiano profesional pero una lesión en el tendón de Aquiles lo puso al borde de perder la pierna por gangrena. Se hizo adicto a los calmantes que le recetaban, luego alcohólico, luego se recuperó y empezó a militar en el sindicalismo y trabajar en una carnicería. Usaba su medalla olímpica para trabar la puerta de su departamento.
Cuando se anunció que Australia organizaría los Juegos en el 2000, se ilusionó con que lo incluyeran en los festejos. Los organizadores de Sydney invitaron a todos los medallistas olímpicos australianos a desfilar el día de la inauguración, pero a Norman no sólo lo excluyeron del desfile: ni siquiera le mandaron entradas para ir al estadio Era el mejor velocista de la historia australiana, su tiempo de 20,06 segundos sigue siendo la marca en 200 m., pero no existía. Finalmente formó parte del evento después de haber sido invitado por los norteamericanos cuando se enteraron de que su país había renunciado a hacerlo. Incluso en la estatua que se había erigido en el campus de San José, California, conmemorando aquel podio de México 68, el segundo lugar estaba vacío.
Cuando murió en 2006, los dos ex velocistas americanos viajaron hasta Melbourne y llevaron su féretro. La banda que acompañaba el cortejo tocaba “Carros de fuego”.





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