26 octubre 2015

Tradiciones autóctonas

Un año más (y ya van ...) tenemos que volver a luchar contra la ola (mejor dicho, el tsunami) que se acerca, Halloween. Y no nos cansaremos de repetir que no, que no ... que antes, mucho antes, de que se pusieran de moda los disfraces de fantasmas y zombies, las imágenes tétricas, los personajes sanguinarios ... en la vieja Europa se celebraron desde la antigüedad por esta misma fecha ritos paganos que celebraban la llegada del invierno, de los días oscuros, de la muerte de la luz que, con la llegada del cristianismo, se "reciclaron"en nuevos ritos que confluyeron en la tradición católica del Día de Todos los Santos y la Noche de ánimas. 

Los que ya no son tan jóvenes asocian esta fecha con la visita al cementerio, arreglar y llevar flores; hasta hace poco, los crisantemos eran los reyes del cementerio, ahora el comercio global nos permite disponer de cualquier flor a pesar del frío de estos lares. Un día para recordar a los que ya no están pero que no queremos olvidar. Un día triste pero un día reconfortante porque esos mismos muertos vuelven a convocar a las familias en torno a una mesa y un paseo por el cementerio.

Por tanto en la escuela tenemos la obligación ineludible de mantener la llama de la tradición autóctona, igual que las lamparitas que las abuelas se esforzaban en mantener encendidas sobre una lámina de aceite que flotaba en agua toda la noche del 1 de noviembre para que aguantara la llama hasta el día siguiente, el día de ánimas. En este sentido, os recomendamos vivamente que visitéis el enlace que os llevará a una página recopilatoria de tradiciones aragonesas en estas fechas. 

Entre esas tradiciones, estaba la de contar cuentos de miedo, tarea de la que se ocupaban principalmente los más ancianos de la casa,  mientras los críos y crías temblaban de miedo, todos sentados en torno al calor del hogar.  De esto mismo, de contar cuentos de miedo de nuestra tradición más próxima   se van a ocupar el grupo de madres voluntarias que colaboran con entusiasmo en la Biblioteca del colegio y que están en plena actividad de ambientación de la misma. El próximo viernes por la tarde pasarán por las aulas para desgranar viejas historias y cuentos que no vamos a  desvelar; sin embargo ,para ambientar las vísperas os dejamos una tradicional leyenda aragonesa: El lacuerco.
El Lacuerco es una culebra peluda y mamífera. Sale por las noches del fondo de los ríos y se dirige a las casas donde haya una mujer que acaba de parir. Cauta y sibilinamente se cuela por alguna abertura que tenga la vivienda, sea puerta, ventana o grieta. Busca a la madre, se acerca a ella cuando amamanta a su bebé, la hipnotiza y la deja adormecida. Entonces chupa la leche de sus pechos. Lo hace suavemente para que la mujer no perciba su presencia. Pone el extremo de su cola en la boca del bebé para evitar que llore y despierte a la madre.Al paso de los días, los bebés tienen un color amarillo como la paja de centeno, se debilitan, no medran… nadie sabe por qué. La madre asegura que lo amamanta con la frecuencia adecuada.

Es un ser maléfico y odioso. Tanto que, en tiempos muy remotos, el caserío de San Juan de Plan que se encontraba en la montaña de Ligüés, sufrió una insoportable invasión de Lacuercos. Aquellos antiguos pobladores se vieron obligados a trasladarse a la parte baja del valle y construir el pueblo en la ubicación actual.

Hoy en día, cuando pare una mujer, lo que debe hacerse es tapar todos los orificios de la casa que comuniquen con el exterior. Evitando riesgos… Y extender una capa de serrín o ceniza en los alrededores para poder ver sus huellas, seguir su rastro y acabar con él. 
Si se consigue cazar alguno, se envuelve al bebé con la piel de la serpiente, así traspasa la enfermedad a la piel y luego se quema ésta, quedando el bebé sano como una manzana.
Este mítico animal es conocido también en comarcas de Aragón lejanas al Pirineo y en otras zonas montañosas de la Península, aunque no reciben este nombre.

Las serpientes chupando los pechos de la mujer aparecen con no poca frecuencia en la iconografía del románico. Pero no son lacuercos si no son peludas ni la mujer tiene un bebé en sus brazos.

Fuente: Carmen Sánchez Gonzalo en La Historia de Aragón contada por Petronila (página de Facebook)

Portada de la Catedral de Huesca







     

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