Se dice que la historia la escriben
siempre los vencedores. Un gran número de filósofas, pensadoras e historiadoras
le añadirían al final de esta frase dos puntos para incluir dos palabras más:
los hombres. ¿Por qué el imaginario colectivo asocia casi de manera irracional
la conquista de derechos, los avances científicos y técnicos, las guerras o las
revoluciones con las aportaciones masculinas? ¿Es que las mujeres no
participaron de los periodos más determinantes para la humanidad? Lo cierto es
que los procesos sociales y políticos se han contado obviando a la mitad de la
población. Para la mayoría no es fácil dar una lista de pintoras, científicas,
músicas, filósofas o inventoras destacadas. Resulta difícil conocer a través de
los libros de texto y manuales de estudio qué les ocurrió a ellas en los
momentos históricos analizados, o en cuáles de éstos participaron.
La obra Emilio, de Rousseau, por ejemplo, se estudia
como un tratado de referencia sobre la educación sin añadir que a las mujeres
les reserva un capítulo en el que afirma que están hechas especialmente para
complacer al hombre. Tampoco se cuenta que cientos de mujeres fueron soldados
en la guerra civil norteamericana o que en la española fueron muchas las
guerrilleras que vivieron en la clandestinidad e incluso que algunas dirigieron
columnas de milicianos. Para María Castejón, historiadora y profesora, esto es fruto
“de la sociedad patriarcal y androcéntrica en la que vivimos, que toma al
hombre como medida de todas las cosas”. La de las mujeres es una historia
invisibilizada que aún permanece en la sombra. De hecho, un estudio publicado
por la Universidad de Valencia revela que sólo el 7,5% de las
figuras que aparecen en los libros de ESO son mujeres, lo que de acuerdo con su
autora Ana López-Navajas, “es una grave carencia colectiva”. Henar Gallego,
presidenta de la Asociación
Española de Investigación de Historia de las Mujeres, considera que la
historia tradicional se ha interesado solo por determinadas esferas de
actuación de las comunidades humanas: el ejercicio del poder político,
religioso, económico y el dominio del espacio público. Por ello, si se escribe
la historia desde esta perspectiva “las mujeres no pueden aparecer porque el
modelo de género las excluía del ejercicio de poder y la toma de decisiones”.
No es hasta los años 60 y 70 del siglo pasado cuando surge la necesidad por parte
de historiadoras feministas de recuperar la memoria histórica de las mujeres.
Pero si una etapa es
reveladora en este sentido es la Revolución Francesa de 1789, momento
fundacional de las democracias modernas en Occidente, en el que se firma un
nuevo contrato social y se proclama la igualdad universal. Pero, ¿igualdad para
quién? La Revolución traicionó a las mujeres, que fueron excluidas de la vida
política y social y condenadas a la eterna minoría de edad. La historia ha ignorado que fueron
expulsadas de la Asamblea Constituyente y que se votó en contra de educar de
manera igualitaria a niños y niñas o de conceder a las mujeres derechos
políticos. Tampoco se recuerda que las mujeres tuvieron un papel protagonista
en la Marcha sobre Versalles y se organizaron para redactar los Cuadernos de Quejas, a través de los cuales
los tres estamentos: el clero, la nobleza y el pueblo expresaban sus
reivindicaciones. “Nosotras somos el tercer estado del tercer estado”, decían
ellas. La Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que se conmemora anualmente y no incluía
a las mujeres, tiene su réplica en la Declaración de los
Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, pero ¿muchas personas podrían nombrar a
su autora, Olympe de Gouges?
Según la filósofa Ana de Miguel, es
importante remarcar dos de las vertientes en las que la historia se olvida de
ellas: por un lado se oculta que las mujeres han estado sometidas y han sufrido
opresión por parte de los hombres y por otro, se obvian las luchas feministas
que ellas han enarbolado a lo largo de los siglos. “Ignorar ambas cosas hace
que parezca que no han existido”, comenta. Castejón añade que tampoco se cuenta
el protagonismo y presencia que ellas han tenido en los momentos de desarrollo
de la civilización ni se recuperan figuras femeninas de relevancia. Sostiene
que “antes del siglo XIX, las que han pasado a ser célebres, son únicamente
monjas y reinas”. Las mujeres que sí ha rescatado la narración oficial están
relacionadas con los “poderes establecidos como la Iglesia y la Monarquía”. Por tanto, dice, cualquiera que destacara sin
someterse a ellos o intentara derrocarlos ha sido obviada e ignorada. Por otra
parte, los famosos roles de “genio” y
“musa” tampoco han contribuido a la igualdad, pues ha relegado a las mujeres a
ocupar un papel pasivo, a ser un objeto bello que solo sirve para el deleite
visual masculino.
Referentes olvidadas
Son muchas las mujeres que han hecho
aportaciones en todos los ámbitos de estudio y creación. Científicas,
matemáticas, filósofas, pintoras, músicas o políticas que con sus obras,
descubrimientos e ideas contribuyeron al progreso de la Humanidad. Hipatia fue una alejandrina que vivió
entre los siglos IV y V y logró innumerables avances en el mundo de la ciencia,
la astronomía y las matemáticas. Los trovadores de la Edad Media siempre han
sido considerados hombres, sin embargo también hubo trovadoras. Beatriz de Día fue una de ellas.
Escribió poemas contra las reglas que regían la vida de las mujeres de la
época.
Christine de Pisan fue una importante poeta y escritora y Mary Wollstonecraft, ya en el siglo
XVIII, escribió la Vindicación de los Derechos de la Mujer. La francesa Flora Tristán es una de las precursoras
del socialismo en el siglo XIX y a Ada
Lovelance se le considera la madre de la informática, pues es la primera
persona que describe un lenguaje de programación. Los fundamentos de la
tecnología de comunicación inalámbrica, el limpiaparabrisas y la calefacción
del coche, la balsa salvavidas o la jeringa médica son todas invenciones de
mujeres. Estudiar la historia con perspectiva de
género nos permite identificar las relaciones de poder, que siempre se han dado
de forma desigual entre hombres y mujeres. La lista es larga y nombrarlas a todas
sería imposible. Pero, al margen de los nombres de mujeres relevantes
olvidados, también se produce una invisibilización de ellas como colectivo, de
sus actividades y de sus movilizaciones para cambiar el orden social
establecido. Si hay un movimiento ninguneado por la historia es el feminismo.
Las raíces ilustradas, el sufragismo, el feminismo socialista o el feminismo radical
no son contenidos habituales que se den en las aulas, más allá de unas pocas
asignaturas específicas que se imparten en algunas universidades. Aun así, en
opinión de Ana de Miguel, “no hay voluntad general para hacerlo, sino que
depende de la existencia de mujeres con poder para que esta temática se
incorpore a los planes de estudio”. De acuerdo con Henar Gallego, esta es una
“historia parcial y empobrecida”. Sin embargo, comprenderla de forma completa
va mucho más allá de una cuestión de conocimiento. Estudiarla con perspectiva
de género nos permite identificar las relaciones de poder, que se han dado de
forma desigual entre hombres y mujeres. Y es que ser conscientes del pasado
ayuda a identificar lo que ocurre en la actualidad.
Sobre esta idea insiste De Miguel, que
explica que hacer una relectura de la historia sirve para poner nombre a los
problemas de desigualdad y violencia que enfrentan las mujeres hoy en día. “Que
no estemos representadas en los parlamentos o en los puestos de responsabilidad
de las empresas, que siga existiendo la violencia de género o que la mujer siga
encargándose de los cuidados no responde a un problema de naturaleza: es que
venimos de una historia de opresión y sometimiento, que hay que recuperar y
conocer”.
Fuente: http://www.eldiario.es/sociedad/mujer-invisible-historia_0_362564083.html
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