No hacen falta grandes palabras ni muchos circunloquios para construir hermosos discursos . No se me ocurre un manifiesto mejor contra los prejuicios y estereotipos a los que tan proclives somos los humanos que este párrafo encontrado entre las líneas de un delicioso relato del ya conocido Philip Claudel, La nieta del Señor Lihn. Un libro que ya se comentó en una sesión del grupo Leer Juntos a cuyos miembros invito a completar con sus opiniones esta reseña que hago de forma precipitada y todavía conmovida tras cerrar la última página. Si en El informe Brodeck se nos presenta al "otro" como objeto de desconfianza y temor, en un marco en el que se describe lo más sórdido del alma humana, en este libro tierno, triste y emocionante, el "otro" nos descubre lo mejor de sí mismo, lo mejor de un ser humano en cualquier país, en cualquier tiempo.
P.C.
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